jueves, 25 de noviembre de 2010

Bella en sus pesares


Por Aimée Cabrera.

La Habana se descascara día a día. Las reparaciones a edificios, parques y avenidas no son suficientes, se necesitaría una vara mágica como las de los cuentos infantiles para devolverle a esta ciudad todo su esplendor, desaparecido por culpa de la indolencia y la corrupción.

No obstante a todo lo negativo que ocurre a diario y desde hace tantos años, La Habana es una ciudad atractiva. Su arquitectura es variada, y aunque sus edificios se vean despintados, los turistas se detienen por sus calles, las más destruidas, y no cesan de captar imágenes de cada balcón, reja o portal que esconden debajo del hollín algún sorprendente detalle.

Aún joven se vistió de gala este 16 de noviembre en su aniversario 491. Cientos de personas como de costumbre, se dieron cita en la Ceiba tradicional para acometer el ritual de dar vueltas alrededor del árbol y hacer sus peticiones más deseadas.

La Habana está llena de contrastes, desde su clima húmedo que hace sentir pegajosos tanto a los calurosos como a los friolentos, hasta sus residencias inhabitables que permanecen con sus residentes y rivalizan, con los más modernos edificios de apartamentos que aparecen en Miramar o en el Vedado.

Muchos de sus habitantes viven cerca del mar, o se mueven por calles que al final lucen cual alfombra de terciopelo azul. Su bahía de bolsa conspira con sus calles y quien busca una dirección tiene que detenerse a preguntar cómo llegar a la misma, aún estando en la zona.

Esta ciudad con nombre femenino ha sido criticada por cronistas de otros siglos. Ella es bulliciosa, y sus habitantes se mueven entre ruidos perceptibles o no, lo que la hace mágica aún para los que nacieron en ella.

A punto de finalizar el año queda una cifra considerable de habaneros sin casa. Ellos viven en casas de familiares o en albergues de pésimas condiciones, sin perder la esperanza de recuperar un sitio al que puedan llamarle hogar.

Cuestiones vitales para la vida diaria son continuos tropiezos para el habanero medio. Los que trabajan, malviven con sus salarios mensuales menos de una quincena. La canasta básica está cada vez más pobre, y nadie imagina que pasará cuando la quiten. Vestirse o tomar el ómnibus se convierte en pesadilla.

Pero ahí está La Habana con sus viejas avenidas 10 de Octubre o Monte, o con su Quinta Avenida, o Calle 26, para unos pocos. Allí está al pie del mar caribeño, que la carcome con su salitre, convirtiéndola en una adorable ruina.

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