lunes, 17 de enero de 2011

Adversidades del cuentapropismo

Por Aimée Cabrera.
Mientras el pueblo se debate en qué parará la actual situación que nada bueno augura, los funcionarios del Estado continúan poniendo en práctica los más absurdos métodos con vistas a perjudicar a los trabajadores por cuenta propia.
Si bien muchos de estos trabajadores alaban la prontitud con que realizaron todas sus gestiones para comenzar su labor privada, de manera legal, ahora son muchos los que se quejan de la falta de materiales para poder hacer su trabajo, pagar impuestos y tributos, y quedarse con una ganancia.
Los que más hablan en estos días son los vendedores de pizzas y los reposteros que venden variados dulces confeccionados con harina de trigo. “No hay un lugar donde se pueda ir a comprar harina (de trigo) en peso(s), ahora no la hay ni en la shopping, no me puedo parar porque si no como pago y ¿con qué me quedo?”-sentencia un dulcero que apenas le queda con qué trabajar.
Lo inexplicable es que los cuentapropistas no tienen almacenes donde puedan mostrar su identificación y adquirir la materia prima para elaborar lo que venden, o las piezas y otros enseres para hacer distintos arreglos y desarrollar sus oficios.
“Si lo compro por la izquierda me ponen una multa o me suspenden de la actividad”-argumenta una manicura cansada de ir hasta las tiendas de otros municipios distantes a su vivienda para no encontrar los principales productos necesarios para su actividad, de gran demanda en el barrio donde reside.
Ella se refiere entre otros al removedor de esmaltes que llama “Acetona”, el cual se vende en los mercados minoristas en pesos cubanos, pero allí no le dan vale de compra, entonces no es legal para el inspector que exige la constancia que sí se entrega en la tienda recaudadora de divisas, pero esta variante es más cara.
Michel es chofer de un viejo carro americano, heredado de su padre. El quiso ponerse “a botear” que es como se le dice en Cuba a alquilar los autos particulares, en carreras en las que participan varios pasajeros con diferentes destinos.
“La cuenta no me da. La gasolina está carísima, cada vez que tengo que hacerle un arreglo al carro se me va lo que gané. Eso lo pueden hacer los que tienen una buena suma para empezar, qué va, no me da la cuenta”-exclama el joven frustrado.
“Esto siempre es lo mismo, mucha exigencia sin dar nada”- expresa con visible descontento otro hombre, sentado cerca del banco del parque donde Michel trata de conseguir clientes para hacer su viaje desde la Habana Vieja hasta el municipio Playa.
Este anciano dice ser maestro de cocina. Trabajó como jefe en distintos comedores obreros y restaurantes de distintas categorías, antes y después del 1959. Cuando el Período Especial se embulló con otros familiares para abrir un restaurante en su domicilio y “todo comenzó muy bien pero tuvimos que cerrar, eran muchas exigencias para acá, para allá, nada”.
El Estado cubano enfrenta una de sus peores crisis, de las que parece no podrá recuperarse para lograr los cambios y la prosperidad deseadas. Sus esfuerzos solo van encaminados a sus campañas políticas que ni visten ni alimentan al pueblo, que no tiene vías que aseguren su futuro.

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