jueves, 20 de octubre de 2011

La higiene, el trabajo por cuenta propia y el estatal


Por Aimée Cabrera.
La Avenida Reina luce atestada de personas como es frecuente en su tramo cercano a la céntrica Calle Águila. Varios vendedores de alimentos estatales y por cuenta propia hacen competencia con sus mercancías.
“A mis nietos les saco cucharas y vasos, hasta llevo un pomo con agua para beber y otro para lavarles las manos: La Habana está que da asco, llena de mendigos que buscan en la basura y después pegan la boca en un vaso que no lo lavan bien, o vaya usted a saber”, expresa una señora que espera una de las rutas de autobús que siempre tarda como es habitual.
“Hay que tener cuidado también con el puré de tomate y todo lo que se vende en pomos de agua y refresco, yo he visto a gentes que los sacan de la basura y luego los revenden. Trato de no comer ni tomar nada en la calle. Mi agua está del tiempo pero está hervida”, dice otra persona y muestra su frasco que contiene el vital líquido.
Hasta el presente existe un aproximado de 50 700 trabajadores por cuenta propia dedicados a la venta de alimentos. Ellos están en la obligación de tener la Licencia Sanitaria, la cual los autoriza a realizar su trabajo. La legislación vigente especifica 5 variantes como son:
 Las cafeterías
 Las paladares
 Servicio a domicilio
 Ambulatorio
 Y el elaborador-vendedor de vinos.
La Dra. Mayra Martí, Jefa Nacional de Higiene de los Alimentos y Nutrición del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) expresa además al periódico Granma del 23 de septiembre, en su Sección Nacionales, que por disposición ministerial en la Resolución No 240 del 2011, las personas interesadas en desempeñarse en estas actividades deben presentar sus solicitudes en las unidades municipales de Higiene, Epidemiología y Microbiología del municipio donde harán sus comercializaciones.
Después de la inspección sanitaria a los futuros locales de trabajo y de manipulación, la respuesta podrá obtenerse en un plazo de 7 días hábiles contados, a partir de la entrega de la petición.
Para la misma se exige una certificación médica que avale el estado de salud física y mental de estos aspirantes a cuentapropistas. Una vez otorgada la Licencia Sanitaria, ésta constituye un objeto de la Inspección Sanitaria Estatal, por lo que será registrada en el libro de Organización del Trabajo de los Centros y Unidades Municipales de Higiene, Epidemiología, Microbiología y Áreas de Salud.
Según el tipo de actividad y, en función del riesgo epidemiológico, será la periodicidad de las inspecciones, y en caso de detectarse condiciones sanitarias de riesgo a la salud de la población, los inspectores procederán al retiro de la licencia sanitaria, además de comunicar el hecho a las direcciones de Trabajo y Seguridad Social correspondientes.
El MINSAP tiene en cuenta aspectos de especial cumplimiento que atañen a los locales para estas actividades entre los que pueden mencionarse mesetas y mesas de trabajo con superficie lisa e impermeable de material autorizado, así como el abasto de agua corriente en cantidad y calidad sanitaria, sin dejar de mencionar que las áreas de fregado deben poseer sustancias apropiadas para ello.
También se recalca la utilización de pinzas, tenazas y otros utensilios para la venta de alimentos y la correcta disposición de residuales líquidos y sólidos.
La cocción de los alimentos debe exceder los 70 grados Celsius y su conservación debe ser, si es refrigerada a 5 grados, los calientes a 65 y los congelados por debajo de 18. Además, es indispensable la desinfección de equipos y utensilios de cocina de forma sistemática, la higiene de los envases donde se almacenan, elaboran y transportan alimentos y la verificación de la procedencia de las materias primas.
La Resolución 240 del 2011 detalla cómo en el caso de los vendedores ambulatorios, sólo se les autoriza a vender los considerados como alimentos de bajo riesgo epidemiológico, entre los que se encuentran el maní tostado y en tabletas, las chicharritas (plátano o boniato finamente picado, frito y envasado en bolsas plásticas), caramelos, rositas de maíz, productos derivados de la harina sin relleno de carne, cremas ni merengues, dulces secos y otros alimentos ligeros que no requieren condiciones especiales para su conservación.
Se prohíbe entrecruzar productos crudos con los listos para el consumo, la venta de pescados y mariscos sin cocción, y la tenencia de animales vivos en el punto de venta. Las prohibiciones existen también para el caso en que el trabajador por cuenta propia padezca alguna enfermedad respiratoria, digestiva o lesiones de la piel, que puedan contaminar los alimentos y la elaboración y venta de mayonesa casera.
Si el lugar de venta está cerca de obstrucciones del alcantarillado, desbordamiento de residuales líquidos o sólidos que lo afectan directamente, el trabajador por cuenta propia se abstendrá de continuar las actividades y prestación de servicios.
Hasta aquí, todo muy detallado y estricto para los trabajadores por cuenta propia. “Tuve que cerrar mi cafetería, la gente muy contenta, hice la meseta, apenas dormía trabajando como una loca, pero aquí en esta zona entra poca agua y no me permitieron que tuviera agua almacenada, todo brillaba pero a ellos no les importó”, puntualiza una mujer que perdió su licencia.
Sin embargo, da pena ver las condiciones en que se venden distintos alimentos en establecimientos estatales. En la Calle Obispo, llegando a Aguacate, un dependiente vendía en una ventana grasienta una fuente de arroz frito que no tenía tapa, el hombre usaba un periódico enrollado a modo de abanico para espantar las moscas.
Lo mismo le sucede a las vendedoras del Lazo de Oro, del mostrador que queda por la Calle San Lázaro (otra cafetería estatal) que lo mismo venden cigarros al menudeo que despachan una panetela sin pinza, que dentro de una caja son pastos de las moscas atraídas por el merengue que las cubre.
Más arriba, en Infanta entre San Lázaro y Jovellar, una joven fríe croquetas en una cazuela cuyo aceite está sucio, los alimentos fritos son depositados en una bandeja que deja mucho que desear, a la vista de quiénes quisieran comerse algo que quizás, les salga más económico, “pero lo barato sale caro”, dice enojada una vecina de la zona que vende de manera privada y admite que “con ellos (los estatales) nadie se mete, hacen lo que quieren y no pasa ná.”
Conservar la higiene es un problema vital que obliga a trabajadores por cuenta propia y a trabajadores del Estado a ser limpios para mejorar la calidad de sus ventas, y no exponer a los comensales a indigestiones y otras enfermedades estomacales, que pueden hasta poner en peligro sus vidas.

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