Por Aimée Cabrera.
El lunes en la tarde noche recibí la noticia de que una trabajadora capitalina, madre de dos hijos, el más pequeño con discapacidades, debe cumplir condena en prisión por varios años.
Si bien las leyes deben ser aplicadas según la gravedad de los casos, me inquieta saber que esa joven sufre también enfermedades que pudieran agravarse, por la tensión que vive y las condiciones precarias de la cárcel.
Ella mantiene su ánimo positivo quizás para no deprimir a sus familiares y habla con optimismo, como si estuviera soñando o viendo un filme. Es dura la vida de la mujer en prisión, y más dura aún su inserción en la sociedad, una vez que concluye su condena.
Esa misma noche se estrenó una nueva telenovela cubana Bajo el mismo sol, que comienza con la salida de prisión de 3 mujeres jóvenes. Solo una es bien recibida por la familia, aunque todas, desde el primer capítulo, sufren la marginación de quienes deben extenderle la mano y darle un voto de confianza.
La vida en Cuba se ha encarecido en los últimos años para el cubano medio, el que no tiene posibilidades económicas para mantener un mínimo de estabilidad para con su familia. Por eso, muchos caen en tentaciones que, aunque remuneradas, nunca van a mitigar el horror de la cárcel.
Hay quienes son condenados a prisión pues se convierten en delincuentes, mal vistos en las comunidades donde residen. Sin embargo, hay quienes llevan una vida normal y, de pronto se ven involucrados en situaciones que son solucionadas de manera drástica por quienes aplican las leyes en el país.
Mucho queda por hacer en cuanto a mejorar el sistema carcelario en Cuba. La prensa oficial ha divulgado reportajes idílicos sobre los hombres y mujeres en prisión, pero la realidad es bien distinta.
En el caso de las mujeres, ellas deben convivir donde están las asesinas, o las traficantes, u otras peores que imponen sus leyes de bajezas a las que no son criminales; estas últimas malviven en este bajo mundo al que tienen que adaptarse si quieren conservar un mínimo de tranquilidad a su alrededor.
El tema del nuevo dramatizado y la mala noticia recibida, me hacen recordar el caso de una amiga de intachable currículo y muy integrada a la sociedad, quien perdió su buen empleo y todo su prestigio cuando fue interceptada a la salida de una tienda con un video que acababa de comprar en dólares americanos, moneda prohibida al pueblo en la década del 80 del pasado Siglo.
Los trabajadores cubanos no tienen opción si caen en cuestiones consideradas como graves. Las administraciones y los dirigentes sindicales se confabulan para hundir más al que cae en indisciplinas. Mi amiga estuvo solo unos meses presa y salió con el cabello canoso, a pesar de los pocos años que tenía en ese momento.
Se reinsertó en la sociedad ejerciendo su profesión en centros no tan relevantes como en el que trabajó antes de su condena. Mantiene una buena actitud, pero reconoce que a veces surge el fantasma lúgubre de su estadía en prisión para entorpecer cualquier reconocimiento o estímulo importante.
Habrá que ver qué suerte le deparará la vida a la joven que comenzará una nueva vida, presa y separada de sus seres queridos, con las preocupaciones propias de su condición de madre, además del peligro de verse involucrada en situaciones tan contundentes como inimaginables.
Habrá que ver también en qué tramas se verán involucradas las actrices de Bajo el mismo sol, estos temas crudos y nada triviales, son blanco de las críticas de quienes prefieren “desconectar” y ver lo que no pueden vivir en su país. Ojalá que todas las mujeres que cumplen condenas en las cárceles, puedan ver esta telenovela en la que por primera vez, se verán reflejadas.
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