martes, 30 de noviembre de 2010

Comienza una nueva etapa


Por Aimée Cabrera.


A pesar de que se autorizan más de 150 actividades entre oficios y profesiones, en esta ocasión no se ha visto la proliferación de los empleos cuentapropistas, como sucedió en los años 90.
Muchas personas continúan realizando sus labores sin estar legalizados. Ellos necesitan ganar un dinero pero afirman que el mismo se les iría en los pagos que tienen que hacer como el del impuesto o el del espacio de venta.
Por este motivo, hay casas que se han convertido en pequeños mercados y los vecinos de los alrededores las hacen suyas para pagar un poco menos que en los establecimientos comerciales del estado.
Una casa abre su puerta y muestra en parte de su sala un amplio surtido de viandas, vegetales y frutas. Los clientes escogen, pagan y se marchan contentos con la calidad de los productos.
Algo similar sucede en un apartamento cercano donde “vecinos de confianza” pagan a gusto los precios del mercado negro para el café y el jabón, o el aceite y la azúcar. En el caso de estas cuatro mercancías, no pueden ser adquiridas en pesos, ya que el gobierno solo las vende en moneda convertible.
El panorama no es tan desolador. Hay quienes ya empezaron su nueva vida como cuentapropistas. Los que viven en planta baja con puertas o ventanas que dan a la calle, son privilegiados. Ya se ven algunas cafeterías, vendedores de filmes y música en los sistemas de VCD o DVD, vendedores de comida o cerrajeros, entre otros.
Una nueva modalidad es la de los que venden libros. Algunos usan portales o espacios abiertos como un hombre en la calle K; aunque otros utilizan una parte de la casa para este fin. Tal es el caso de la librería de la calle Galiano que ha tenido gran aceptación, a pesar de que existe una estatal a un par de cuadras.
La nueva librería tiene su entrada propia y muestra los libros por temáticas. El local es amplio y limpio. Su dueño se acerca a los visitantes y con su trato esmerado trata de que todos se lleven algún libro.
En el caso de la librería lo que tienen que pagar no llega a los doscientos pesos en moneda nacional, pero tienen una restricción: no pueden vender libros publicados en los últimos años. Otra cuestión es que no es fácil mantener un promedio de libros que tengan salida y poder reponerlos.
Estos cuentapropistas tendrán que hacer buenas compras de libros foráneos en la próxima feria del libro, para poder complacer todos los gustos, pues a decir de algunos “a la juventud no le gustan los clásicos”, y los del patio están prohibidos en sus librerías.
Quedan dudas para otros que aspiran a ser trabajadores por cuenta propia. Una cuestión es la relacionada con un centro estatal donde ellos puedan ir para adquirir la materia prima para desarrollar su labor sin ser cuestionados o multados por los inspectores, conocidos por sus sobornos y chantajes.
Otra duda es la que tienen cientos de miles de trabajadores que esperan de un momento a otro quedar cesantes. De esos, los que aspiran a ser cuentapropistas preguntan si podrán pedir préstamos en los bancos para tener el dinero necesario para iniciar sus pequeños negocios.
Diversos trabajos periodísticos de la prensa oficial prometen soluciones para todas las dudas que existen al respecto. De no solucionarse, se haría muy difícil controlar a tantos trabajadores privados, y por tanto aumentarían el robo y otras corrupciones.

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