Por Aimée Cabrera.
El tercer domingo de junio se celebra el Día de los Padres en Cuba. No con la intensidad del homenaje materno, aunque se trata de rescatar la fecha con una modesta divulgación, junto a ese amor ilimitado por las festividades que tenemos todos.
Este año se recordó a Carlos Manuel de Céspedes, El Padre de la Patria, con abundante anecdotario, y a José Martí, quien nos legó su libro Ismaelillo, en el que cada vocablo emana el amor paterno que sintió el intachable héroe por su hijo José Francisco.
También se pusieron cortos en la televisión que recordaban la fecha, y reseñas en los periódicos con tirada dominical. Una calle del barrio de Cayo Hueso, en el municipio capitalino de Centro Habana fue tomada por asalto por un grupo de jóvenes, casi todos padres.
En la acera de la sombra pusieron una mesa y cuatro sillas para jugar dominó, y en la acera contraria un grupo menor cocinaba una caldosa-sopa hecha a base de viandas y carne de cerdo- mientras que el dueño de un potente equipo de música se dio gusto con los reguetones de moda.
Los pequeños se sumaron a la fiesta, haciéndose de otro espacio donde pudieron jugar sin molestar a los homenajeados. De más está decir que la sed se quitó a ronazo limpio, y las esposas y novias se dedicaron a las eternas faenas del hogar. Ellas los miraban sonrientes, extrañadas de no tener que ver el Mundial de Fútbol.
Aún en la noche se sentía el ruido característico de las fichas del dominó, que apenas dejaban oír las voces apagadas de los jugadores. La música tuvo que ser escuchada a un volumen bajo y la vida siguió igual o peor que la balada de Julio Iglesias.
Pero hay que reconocer que los padres de estos tiempos merecen su reconocimiento. Se les ve en las mañanas llevando a los hijos al círculo infantil o a la escuela, se les ve también en los fines de semana con la familia, la que no abandonan en los trámites de emigración, por ser la esperanza reunificadora de tantos cubanos y cubanas.
Ya sea el abuelo, el tío sin descendencia o el padre divorciado o no, el hombre de la Cuba actual busca su espacio en la familia y se deja manipular menos por la obsesión gubernamental de no perderle ni pie ni pisada al hombre joven (el de edad militar), para controlarlo al detalle.
Para ellos es más importante acercarse a sus hijos y a sus esposas para entre todos no olvidar a sus ancianos, esos que necesitan de su fuerza, calor y apoyo incondicional; por eso fueron interminables las congratulaciones entre familiares, vecinos o amigos, desde un extremo a otro de la Isla, o desde tantos países hacia Cuba, este inolvidable tercer domingo de junio.
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