Por: José Alberto Álvarez Bravo.
La interpretación cabal de la realidad cubana desconcierta a las personas que viven en naciones en las que impera el derecho. Una de estas personas, el periodista José Manuel Grau, del diario español ABC, al parecer atribuyéndome la capacidad de hacerle percibir a distancia la sensación de lo que significa vivir en Cuba, me formuló vía telefónica un par de preguntas sobre la enésima destitución de unos funcionarios castristas. Tengo la impresión de haberlo defraudado.
Solo dotado de una varita mágica, posándola sobre la frente del desconcertado puede alguien hacer entender por los canales virtuales, qué es vivir bajo un sistema feudal, modernizado a golpe de reguetón y cibernética.
El entramado social en los estados democráticos pudiera compararse a un tapiz. Hilos multicolores conforman la trama y la urdimbre. En una y otra, estos hilos se colocan en un orden lógico, autenticado por la milenaria experiencia de la humanidad.
También como en los tapices, el entramado social en los estados de derecho se construye de manera artesanal, y en ello participa la mayoría de los ciudadanos. Con la participación de las mayorías, se reparan las partes mal tejidas, o se desteje por completo y se comienza de cero. El tejido siempre queda humano, horizontal. Perfectible.
En los estados fácticos, contra toda lógica, no hay entramado social. Funciona el símil de los hilos, pero con otra disposición.
De inicio, la policromía queda abolida por decreto. Todos los hilos de un mismo color. En el caso cubano, verde olivo. O rojo. La disposición no es horizontal, sino vertical. Los hilos no están colocados unos junto a otros, sino que el conjunto de cada uno de sus extremos conforma un manojo, sujeto firmemente por la mano del poder. El manojo (como en una piñata) se abre en abanico, y del otro extremo pende el destino de cada ciudadano.
Los funcionarios públicos (cuyos cargos no dependen de la elección popular, sino de la voluntad del todopoderoso) no pasan de ser simples intermediarios entre gobernantes y gobernados, sin ningún poder real para articular iniciativas o planes de su propia autoría. Solo el Tejedor en Jefe, dispone la función de cada ciudadano-hilo. O ciudadano-ovillo. O ciudadano-oveja. Solo el Gran Hermano sabe cómo hacer feliz a cada uno de los privilegiados moradores del paraíso del proletariado.
PD. No se si habré podido esclarecer, al menos en parte, el desconcierto de José Manuel y otros congéneres imposibilitados de conocer a distancia las aparentes contradicciones del “caso cubano”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario