Por: Aimée Cabrera.
El yogur de soya se distribuye a través de 12 bolsas mensuales a cada niño o niña cuyas edades estén comprendidas entre los 7 y los 13 años. Otras de sus distribuciones están dirigidas a la merienda escolar de estudiantes y profesores de secundarias básicas capitalinas, y para las personas de bajos ingresos.
Este producto es también ofertado de forma liberada al precio de 3 pesos moneda nacional. Sin embargo, muchas son las críticas de la población con respecto a esta última modalidad.
Hasta hace unos meses en diversos centros gastronómicos de la capital se vendían las bolsas de yogur, casi siempre temprano en la mañana. Pero en la actualidad es muy difícil conseguirlo. Los dependientes dicen que ya no les llevan.
Con una alta demanda en la población adulta, esta se cuestiona el por qué de su desaparición. A muchas familias les sucede como a la de Yaíma, estudiante de politécnico cuyos padres y hermanos, todos adultos jóvenes, tienen que conformarse con tomar un poco de café o de alguna tisana, como desayuno.
“No es fácil tomarse un buche de cocimiento y comerse un pan con lo que haya para irse a estudiar. Cuando sacaban yogur lo comprábamos y aunque no sabe muy bien, llena”- opina la joven.
La calidad de este yogur de soya es muy mala. Sus productores afirman que los clientes deben ir en la mañana a comprarlo para evitar que “varíen notablemente sus características”, ya que el mismo pierde viscosidad y consistencia, motivo de queja de quienes alegan que “viene con mucho agua”.
Otros han comprado varias bolsas para garantizar el alimento en casa, y han detectado que por la falta de refrigeración, una vez que la abren notan que el yogur está malo.
Serias dificultades ocurren en la fábrica Santa Beatriz, perteneciente a la Empresa de Productos Lácteos Copelia, y en la Planta Soya Combinado, perteneciente a la Empresa Complejo Lácteo Habana, ubicada en el municipio capitalino del Cotorro.
Las principales son la insuficiente calidad del fríjol de soya, materia prima principal, así como, fallas del equipamiento tecnológico cuya explotación es superior a las dos décadas.
Otros problemas están dados por afectaciones en el suministro de agua, electricidad y vapor, este último por deficiencias en las calderas. Además existen afectaciones en los molinos y la falta de otras materias primas.
Todo parece ser inconvenientes para las ventas y ofertas en pesos, ya que las ventas de yogur saborizado en la moneda convertible CUC no presentan dificultades en su distribución.
Una bolsa similar a la anteriormente descrita pero con otra marca, más colorido y el rótulo con el sabor, se puede adquirir al precio de 1 CUC (24 pesos al cambio), mientras que otras variedades de yogur aparecen en potes de diversos gramajes también en la moneda fuerte.
Se venden pero no con la demanda de los más baratos. No obstante, hay quienes toman varias bolsas o potes a pesar del astronómico precio, como Sylvia, quien argumenta que “a mis nietos no les gusta el yogur de soya, tienen que alimentarse, y gracias a Dios tengo el dinero para comprarles el yogur que les gusta”.
El gobierno no garantiza la correcta alimentación de la población media. Las pocas mercancías que aparecen, casi siempre en moneda convertible, no son asequibles al bolsillo común. Por eso es absurdo ver cómo tantos alimentos de primera necesidad como el yogur, se convierte para el pueblo en inalcanzables.
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