Por Aimée Cabrera.
El transporte urbano no logra garantizar el traslado de la población de un municipio a otro. No solo se ven afectados los que tienen que llegar a tiempo a sus centros laborales o escuelas, sino los que prescinden de un vehículo para realizar gestiones personales.
Los horarios comprendidos entre las 7 y las 8 de la mañana, o las 3 y las 5 de la tarde son caóticos. Las paradas de ómnibus muestran el desespero de las personas que no logran llegar a tiempo a su destino.
Los ómnibus articulados son dobles y ocupan mucho espacio por lo que paran fuera de parada. Ancianos, o padres con niños pequeños tienen que dejar ir al transporte que demora más de media hora en volver a pasar. No existe el inspector que controle a los choferes, por lo que todo es un caos.
La empresa Transmetro cuyos ómnibus transportan a algunos trabajadores capitalinos no da abasto cuando en algunos horarios ayuda con sus itinerarios a descongestionar las paradas. El precio de este servicio es de 1 peso y se sale del presupuesto de quienes abonan cuarenta centavos por su pasaje.
En la actualidad son muchos los carros que no pueden salir a dar sus viajes por falta de piezas de repuesto o del petróleo que los mueve. Para estas deficiencias no hay una explicación alentadora por parte de los dirigentes del sector del transporte en la capital.
A decir de la población cansada de tanto maltrato público, a esos funcionarios poco les importa todas estas inconveniencias, pues tienen autos asignados por su entidad, los cuales pueden usar a toda hora con la mayor impunidad.
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