sábado, 6 de octubre de 2012

Carta de un joven que se fue de Cuba

Carta de un joven que se ha ido

Estimado Rafael Hernández:

He leído con mucho interés su “Carta a un joven que se va”. Me he sentido aludido, porque hace dos años me marché de Cuba, tengo 28 años y vivo en Pomorie, una ciudad balneario situada en el este de Bulgaria. La razón por la que le escribo es para intentar explicarle mi postura como joven cubano emigrado. Sin solemnidades ni verdades absolutas, porque si algo me ha enseñado dejar mi país, es descubrir que esas verdades no existen.



Puede que algunos de los que nos hemos marchado en los últimos años (somos miles) tengan claro el momento en que decidieron hacerlo. Yo no. Lo mío fue progresivo, casi sin darme cuenta. Empezaría con ese recurso tan cubano que es la queja. Por nimiedades, tal vez. Por lo que no hay, por lo que no llega, por lo que pasa, por lo que no pasa, por no saber. O no poder. La queja no es grave, lo grave es que se cronifique como una enfermedad cuando nada parece resolverse. Y uno puede aceptar que eso es así, y es tu país para lo bueno y para lo malo, o pasar a la siguiente categoría, que es la frustración. O sea, descubrir que la solución a la mayoría de los problemas no está en tus manos. O no te permiten hacerlo. O aún más triste: no parece importar.

Abandonar o permanecer en tu país es una decisión muy personal que nunca debe juzgarse en términos morales. Yo elegí este camino porque quería un futuro diferente al que veía en Cuba, y salí a buscarlo consciente de que podía salir mal, pero quise correr ese riesgo. No voy a mentirle diciendo que fue doloroso. No lloré en el aeropuerto. Todo lo contrario, me alegré. Le digo más, me liberé.

Tiene usted razón cuando dice que mi generación carece de esos lazos emocionales que generan experiencias como Playa Girón, la Crisis de Octubre o la guerra de Angola. Pero no se equivoque, yo también he tenido mis epopeyas. A lo mejor no tan épicas, pero sí igual de demoledoras. En estos veintidós años que menciona, he visto degradarse el país por el tanto lucharon mis padres. He visto marchar a mis maestros de primaria y secundaria. He visto a familias discutir por el derecho a comerse un pan. He visto el malecón lleno de gente nerviosa gritando contra el gobierno, y gente aún más nerviosa gritando a su favor. He visto a jóvenes construyendo balsas para huir quién sabe a dónde, y a una turba lanzando mierda de gato contra la casa de un “traidor”. Incluso, Rafael, he visto a un perro comiéndose a otro perro en la esquina habanera de 27 y F. Y también he visto a mi padre, que sí estuvo en Angola, con el rostro pálido, sin respuestas, el día que un custodio de hotel le dijo que no podía seguir caminando por una playa de Jibacoa (frente al camping internacional) por ser cubano. Yo estaba con él. Yo lo vi. Tenía diez años, y un niño de diez años no olvida cómo la dignidad de su padre se va a la mierda. Aunque haya vuelto de una guerra con tres medallas.

Me habla usted de las conquistas sociales de la Revolución. De la educación y la medicina. Voy a hablarle de mi educación. Tuve buenos maestros, y cuando se marcharon fueron sustituidos por otros menos preparados que, a su vez, fueron reemplazados por trabajadores sociales que escribían experiencia con S y eran incapaces de señalar en un mapa cinco capitales de Latinoamérica (esto no me lo contaron, lo viví) Mis padres tuvieron que contratar maestros privados para que yo aprendiera de verdad. No lo pagaban ellos sino una tía mía radicada en Toronto. De modo que si somos honestos, buena parte de la formación que tengo se la debo a los clientes del restaurante griego donde trabajaba mi tía. Pero hay más. En tiempos de mi hermana mayor era extremadamente raro que un alumno sacara una nota de cien. En mi época el cien se volvió algo común, no porque los alumnos fuésemos más brillantes sino porque los profesores bajaron sus exigencias para maquillar el fracaso escolar. ¿Y sabe una cosa? Yo tuve suerte, porque los que venían detrás de mí en vez de maestros tuvieron un televisor.

De la medicina poco tengo que decirle porque usted vive en Cuba. Y salvo el hecho de mantenerse la gratuidad, cosas que admito sigue siendo meritoria, el estado de los hospitales, la precariedad de unos médicos mal pagados y la creciente corrupción empujan cada vez más al sistema de salud hacia ese tercer mundo del que tanto hizo por alejarse. Y lo cierto es que, hoy en día, un cubano que maneje divisas tiene más posibilidades de recibir un tratamiento mejor (haciendo regalos o incluso pagando) que uno que no lo tenga, aunque sea de forma ilegal. Y aunque la constitución diga otra cosa. Por triste que resulte admitirlo, Rafael, la educación y la medicina de la que disponen los cubanos de hoy es peor que la que disfrutaron mis padres.



Usted dice que el país hace un gran esfuerzo, que existe un embargo. Y yo le respondo que también existe un gobierno que lleva cincuenta años tomando decisiones en nombre de todos los cubanos. Y si estamos en el punto en el que estamos, lo más sano es que admitiera que no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido hacer las cosas de otra forma. Por las razones que sea. Porque el fracaso también está cargado de razones. Y en vez de atrincherarse con sus figuras históricas en el Consejo de Estado, debería dar paso a los que vienen detrás. Rafael, es muy frustrante para un joven de mi edad ver que en Cuba llevamos 50 años sin que se produzca un relevo generacional porque el gobierno no lo ha permitido. Y no hablo de que me den el poder a mí, que tengo 28 años. Hablo de los cubanos que tienen 40, 50 o incluso 60 años y no han tenido nunca la posibilidad de decidir. Porque las personas que hoy en día tienen esas edades y ocupan puestos de responsabilidad en Cuba no han sido formados para tomar decisiones, sino para aprobarlas. No son dirigentes, son funcionarios. Y ahí incluyo desde ministros hasta los delegados de la asamblea nacional. Son parte de un sistema vertical que no da margen para que ejerzan la autonomía que les corresponde. Todo se consulta. Y contrario a lo que dice el refrán: en vez de pedir perdón, todos prefieren pedir permiso.

Dice usted que en mi país se puede votar y ser elegido para cargos desde los 16 años. Y que la presencia de jóvenes delegados ha bajado desde los años 80 hasta ahora. Incluso me advierte que si seguimos marchándonos, habrá menos jóvenes votando y por tanto menos elegibles. Y yo le pregunto: ¿De qué sirve mi voto? ¿Qué puedo yo cambiar? ¿Qué han hecho los delegados de la asamblea nacional para que me interese por ellos? Seamos sinceros, Rafael, y creo que usted lo es en su carta, así que yo también quiero serlo en la mía, ambos sabemos que la asamblea nacional, tal y como está concebida, solo sirve para aprobar leyes por unanimidad. Resulta paradójico llamarle asamblea a una institución que se reúne una semana al año. Tres o cuatro días en verano y tres o cuatro días en diciembre. Y en esos días se limita a aprobar los mandatos del Consejo de Estado y de su Presidente, que es quien decide lo que se hace o no se hace en el país. Lamentablemente, yo no puedo votar a ese presidente. Y no sabe cuánto me gustaría hacerlo.

Hace unos días escuché a Ricardo Alarcón confesarle a un periodista español que él no cree en la democracia occidental “porque los ciudadanos solo son libres el día que votan, el resto del tiempo los partidos hacen lo que quieren...” Aunque fuera así, que no lo es (al menos no siempre, y no en todas las democracias), estaría reconociendo que desde que yo nací, en 1984, los electores en Estados Unidos, por ejemplo, han tenido siete días de libertad (uno cada cuatro años) para cambiar a su presidente. Algunas veces lo han hecho para bien, y otras para mal. Pero esa es otra historia. Un joven de New Jersey que tenga mi edad ya ha tenido dos días de libertad para, por ejemplo, echar a los republicanos de Bush y nombrar a Obama. Los cubanos no hemos podido tomar una decisión así desde 1948 (no incluyo las elecciones de Batista, por supuesto). Y si usted me dice que la capacidad de nombrar a un presidente no es relevante para un país yo le digo que sí lo es. Y más para un joven que necesita sentir que se le toma en cuenta. Aunque solo sea por un día.

Usted probablemente piensa que los que nos marchamos elegimos el camino más fácil, que lo duro es quedarse a resolver los problemas. Pero le tengo que decir que mis abuelos y mis padres se quedaron en Cuba para pelearse con esos problemas. Renunciaron a muchas cosas por la Revolución y hasta se jugaron la vida por ella. Para darme un país avanzado, equitativo, progresista. Y el que me han dado es uno en el que la gente celebra poder comprar un carro y vender su casa como si fuera una conquista. Pero eso no es una conquista, es recuperar un derecho que ya teníamos antes de la Revolución. ¿A eso hemos llegado? ¿A celebrar como un éxito algo tan básico? ¿Cuántas otras cosas básicas habremos perdido en estos años? Para mis padres es doloroso asumir ese fracaso, y no lo quieren para mí. No quieren que con 55 años tenga un sueldo que no me alcance para vivir, ni el sueldo ni la libreta. Porque no alcanza. Y no quieren que para sobrevivir acuda al mercado negro, a la corrupción, a la doble moral, a fingir. Prefieren que esté lejos. A los 28 años yo me he convertido en la seguridad social de mis padres, ¿O cómo cree que sobreviven dos personas con 650 pesos? Sí, Rafael, hemos tenido que irnos cientos de miles de cubanos para que nuestro país no quiebre. Lo que Cuba ingresa de nuestras remesas es superior, en valor neto, a casi todas sus exportaciones. Eso sí, el país ha perdido juventud y talento, y en vez de abrir un debate realista sobre cómo parar esa sangría, sigue anclado a un inmovilismo ideológico que no es otra cosa que miedo al futuro. ¿Y qué hago yo en un país cuyos gobernantes le tienen miedo al futuro...? ¿Esperar a que se mueran...? ¿Esperar a que cambien las leyes por generosidad y no por convicción? ¿Qué hago yo en un país que sigue premiando la incondicionalidad política por encima del talento? ¿A qué puedo aspirar si no basta con lo que soy y lo que hago...? ¿A convertirme un cínico? ¿O me anima usted a que dé la cara y diga lo que pienso? Algunos jóvenes de mi generación ya lo han hecho, ¿Y dónde están? Recordemos a Eliécer Ávila, un estudiante de la Universidad de Oriente que tuvo la valentía de preguntarle a Ricardo Alarcón por qué los jóvenes cubanos no podíamos viajar como cualquier otro, y fue represaliado por el sistema. Él no tuvo la culpa de que allí hubiera un cámara de la BBC, ni de la respuesta ridícula que dio Alarcón (aquella barbaridad de que el cielo se llenaría de aviones que chocarían entre ellos). Hoy Eliécer vive marginado por razones políticas. Y no es un terrorista, ni un mercenario, ni un apátrida, es un joven humilde, mulato, universitario, que cometió el error de ser honesto. Qué triste hacer una revolución para terminar condenando a alguien por ser honesto. ¿Para eso quiere usted que me quede, Rafael?

Dejar tu país y tu familia no es un camino fácil. Ni la solución a nada, solo es un principio. Te vas a otra cultura, tienes que aprender otro idioma, pasas momentos muy malos. Te sientes solo. Pero al menos tienes el alivio de saber que con esfuerzo puedes conseguir cosas. Mi primer invierno en Bulgaria fue muy duro, conseguí trabajo como transportista y pasé cuatro meses subiendo y bajando lavadoras para ahorrar dinero y poder viajar a Turquía. Una ilusión que tenía desde niño. Y viajé. No tuve que pedir un permiso de salida ni mi avión chocó con ninguno. Pude cumplir el sueño de Eliécer. Y me alegro de haberlo hecho. He conocido otras realidades, he podido comparar. He descubierto que el mundo es infinitamente imperfecto, y que los cubanos no somos el centro de nada. Se nos admira por algunas cosas igual que se nos aborrece por otras. También he descubierto que irme no ha cambiado mis convicciones de izquierda. Porque lo de Cuba no es izquierda, Rafael. Póngale usted el nombre que quiera, pero no es izquierda. Yo estoy de parte de aquellos que buscan el progreso social con igualdad de oportunidades y sin exclusiones. Pienses como pienses. Sin sectarismo ni trincheras. Porque eso solo sirve para enfrentar a la sociedad y sustituir verdades por dogmas.



Por último, Rafael, la casualidad quiso que terminara en un país que también estuvo gobernado por un partido y una ideología única. Aquí no hubo revolución de terciopelo como en Checoslovaquia, ni derribaron un muro como en Berlín, ni fusilaron un presidente como en Rumania. Aquí, como en Cuba, la gente no conocía a sus disidentes. Aquí no había fisuras, y sin embargo, en una semana pasaron de ser un estado socialista a una república parlamentaria. Y nadie protestó. Nadie se quejó. No puedo evitar preguntarme, ¿Acaso pasaron 40 años fingiendo? Desde entonces no han tenido un camino de rosas, han enfrentado varias crisis, incluso la población ha llegado a vivir con peor calidad de la que tenía en los años 80, pero curiosamente, la inmensa mayoría de búlgaros no quiere volver atrás. Y eso que el socialismo que dejaron ellos era bastante más próspero que el que hoy tenemos los cubanos. Pero en este país no piensan en el pasado, piensan en el presente. En mejorar la economía, en resolver las desigualdades (que las hay, como en Cuba), en combatir la doble moral, los personalismos y la corrupción que generó el estado durante décadas.

El día que ese presente importe en Cuba, no tenga duda, nos veremos en La Habana.

Ivan López Monreal.

No se cuida la salud del obrero



Foto: Hospital Clínico Quirúrgico.

Por Aimée Cabrera.

Aquellos tiempos en que se exigía un carnet de salud al trabajador y que el mismo estuviera actualizado han pasado a la historia de cómo dicen los jóvenes: “los cuentos de los viejos” o “los viejos y sus teques (cháchara)”.

En la actualidad son muchos los colectivos de trabajadores que se quejan ante su sindicato sin ver la respuesta al asunto tan importante, en el que debe haber una coordinación entre la dirección del centro y la de la institución médica que le corresponda.

Por este motivo, los trabajadores se afectan en sus salarios y estimulaciones cuando tienen que faltar, llegar tarde, o marcharse antes de concluir su jornada laboral porque tienen que hacer estas gestiones de manera individual.

El Programa Nacional de Salud Ocupacional incluye la asistencia médica y los exámenes complementarios, además de otras investigaciones. Esto no se cumple. Un miembro de un colectivo laboral escribió al periódico Trabajadores su queja en este sentido, fue publicada el primero de octubre del 2012.

Este centro está ubicado en la provincia de Santiago de Cuba, y es la Empresa de Equipos Industriales Marcel Bravo. Según el trabajador Alexey Vera, técnico de seguridad y salud del trabajo de la Marcel Bravo, debiera estar activo el convenio entre la dirección de su empresa, la del policlínico Frank País y la del Combinado Deportivo José Fernández Garzón, en este último, Vera constató que sus trabajadores sufren similar situación.

“Es inexplicable que en el centro médico no exista un especialista que coordine y atienda la salud ocupacional… ¿Dónde queda el enfoque integrador en la atención de la salud ocupacional de los trabajadores de esta industria de la Metalmecánica, en la que al cierre del 2011 se reportaron siete accidentes de trabajo, uno de ellos mortal, y el resto con secuelas de diversos grados”, explicó y se cuestionó en su carta Alexey Vera.

En estos momentos hay una crisis en cuanto a la atención médica por falta de trabajadores de la salud que se encuentran de misión en otros países. Llegar a un cuerpo de guardia con una urgencia no le da derecho de prioridad al enfermo. Los consultorios del Médico de la Familia no dan abasto con la cantidad de personas que necesitan ser atendidos.

Estos médicos tienen que atender altas cifras de pacientes, por lo que les es muy difícil acudir a la casa del enfermo minusválido o el que por cualquier motivo no puede ir a la consulta, no tienen buenos locales para trabajar y es excepcional que tengan comidas balanceadas y bien confeccionadas en los comedores de sus instituciones.

Hay personas que prefieren ir a un cuerpo de guardia o a través de un trabajador de un hospital acudir a estos centros especializados, para ser atendidos con más rapidez. Entonces qué pueden esperar los trabajadores cubanos en cuanto a que se haga cumplir las tareas contenidas en el Programa de Salud. Otra directiva que se incumple y pone de manifiesto la total desatención a los trabajadores, en general.

Trabajadores cubanos pagan mantenimiento con su salario



Por Aimée Cabrera.

Los trabajadores de la dulcería de la cadena Sylvain ubicada en Infanta y Valle, municipio capitalino de Plaza carecen de aire acondicionado por estar roto. La empresa a la cual pertenecen, no se hace responsable de la reparación del equipo. En iguales condiciones están las neveras donde se guardan refrescos, aguas y cervezas.

El calor es insoportable en el antes refrescante recinto. Las dependientas lucen sudorosas y fatigadas. Los posibles clientes entran y salen: pocos se deciden a comprar alguna mercancía.

Los caramelos y chocolates se ven blandos y los merengues desaparecieron de los dulces. Los únicos productos que no sufren del calor son los distintos tipos de helados Nestlé que tienen su nevera promocional. “Nestlé nos prohíbe guardar algo en su nevera que no sea de su marca”, apunta una dependienta ante la sugerencia de una asidua cliente.

“Tenemos que arreglar el aire y pagarlo nosotros. Ya vino un técnico y sabemos que son unos 80 CUC. Imagínese que situación. Nuestro salario es de 250 pesos (CUP), no tenemos ayuda”, explica la otra dependienta a un cliente que se lleva un par de botellas de refresco caliente, y expresa su disgusto e impotencia con un gesto.

Muchos trabajadores cubanos no tienen atención alguna por parte de quienes los dirigen. La administración y el sindicato son indolentes y exigen a los trabajadores que se hagan responsables de los mantenimientos, como sucede también con los taxistas arrendados al estado (Ladas amarillos) que cobran la carrera en pesos. Ellos dan una parte de la recaudación al Estado y con lo que queda deben vivir y acometer las reparaciones que necesite el auto.

Así, las atentas chicas del Sylvain de Infanta y el resto de los trabajadores de este centro, tendrán que hacer malabares para poder arreglar el aire acondicionado y la nevera cuanto antes, con vistas a evitar el cierre que ponga en peligro sus plazas laborales.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Pesadilla a la cubana



Barcelona/ Mambí en A/ Juana Misladis Núñez Ferrera de 56 años de edad, diabética, con problemas en una rodilla y desviación en la columna que frecuentemente le impide caminar, vecina actualmente de calle Quinta #17923 entre C y Pasaje Flor, Reparto Luyanó Moderno, San miguel del Padrón, La Habana:

“Hace 18 años, en 1994, comenzó mí tragedia. Yo vivía en la calle Segunda # 7422 entre 3ª y 6ª reparto Afán, en San Miguel del Padrón y estaba casada con el ciudadano Feliciano Portuondo Martínez. Él abandonó el país –ilegalmente- el 3 de junio de 1994 y regresó a los pocos meses de la misma forma. Fue detenido por las autoridades y cumplió prisión. Yo continué viviendo en el lugar junto con mi hijo, que se encontraba en el servicio militar, hasta que fue operado de urgencia en el Hospital Naval por una apendicitis, y un mes después por obstrucción intestinal. Estuvo en peligro de muerte con un pre infarto en la mesa de operaciones”.

“Durante el tiempo que estuve en el hospital con mi hijo, este señor Feliciano, cambió la llave de la puerta con todas mis pertenencias, dejándome en la calle; nos dio de baja de la libreta de racionamiento y durante un año estuvimos sin los alimentos correspondientes, a pesar de los cuidados especiales que requería mi hijo y nunca he podido recuperar nada. En ese momento ese era el único lugar reconocido que teníamos.”

“Después que dispuso de la casa se fue como preso político a Estados Unidos y en estos momentos viaja constantemente a Cuba, donde vive la mayor parte del tiempo en un lugar denominado Arango, cerca de Guanabacoa, allí sostiene una relación marital”.

“Mi hijo y yo vivimos en los parques, pedíamos permiso a las amistades para bañarnos antes de ir al trabajo y nunca ningún organismo al que nos dirigimos nos concedió derecho alguno”.

“Después de tanta humillación y sufrimiento nos albergamos con mi mamá en una casa en muy malas condiciones que le fue dada -en agradecimiento- por el esposo de una señora fallecida que ella cuidó y acompañó”.



“Cuando mi madre trató de legalizar su permanencia allí, fue declarada ilegal y solo después de múltiples gestiones logró que la hicieran arrendataria permanente, condición que se mantiene para todos los que continúen viviendo allí”.

“Desde el año 2000 he estado tratando de mejorar las condiciones de la vivienda, dirigiéndome a los organismos competentes, sin resultado alguno. He escrito en varias ocasiones al Consejo de Estado, cuya única respuesta ha sido trasladar el asunto a la Dirección Municipal de la Vivienda”.

“Nunca fue nadie a la casa para comprobar nuestras condiciones de existencia y mi madre estaba enferma de cáncer, con insuficiencia cardíaca y un marcapasos, además de reuma generalizada y demencia parcial, hasta que falleció hace 2 años y 7 meses en las peores condiciones y sin ninguna ayuda”.

“Tratamos de legalizar la vivienda posteriormente con los servicios de un abogado, que nos costó 250,00 cup y solo logré una resolución declarándome arrendataria permanente, y aunque siga haciendo gestiones para lograr que me vendan materiales para arreglar la vivienda, los precios son inalcanzables para mí, ya que tuve que abandonar el trabajo por mis enfermedades y en la casa solo se recibe el salario de mi hijo, que solo alcanza para pagar gas, agua, electricidad, casa y una mala alimentación”.

“Como arrendataria permanente tampoco tengo derecho a subsidios para reparar la casa, que solo se conceden a los propietarios. Esta casa es de madera podrida, las paredes se están cayendo y el techo casi no existe cuando llueve”.



“Mi copa se llenó, mi paciencia se agotó, mi autoestima está en el piso. Yo no pido riquezas, yo no pido un palacio, sino que nos den la oportunidad de vivir como los seres humanos, porque hemos sufrido el desprecio de esta sociedad”.






¡NECESITO AYUDA, NECESITO DE ALGUIEN QUE ME ESCUCHE!










Informó desde La Habana, Cuba, Yasmani Nicles Abad, Red Cubana de Comunicadores Comunitarios.

La silla de ruedas que voló



Barcelona/ Mambí en A/ Idalberto López Arrechea, de 39 años de edad, con residencia en la calle Oria #54 entre Prolongación de Independencia y General Mariño, Reparto Virginia, en Santa Clara, Villa Clara; es padre de 2 niños, un varón de 15 años que asiste a una escuela especial debido a su retraso mental y una hembra de 14 años. Él los ha criado, pues la madre está enferma de los nervios.

Idalberto tiene la pierna izquierda amputada. Desde 2002 se le diagnosticó una osteomielitis de tibia izquierda y en 2008 se le realizó la amputación supra cóndilo (más arriba de la rodilla) y ahora presenta una necrosis aséptica de cabeza humeral derecha, por lo que le es imposible usar muletas. Todo ello consta en el Resumen Médico de la Dra. Lourdes La Rosa Sotolongo, hematóloga con registro médico 27037 del Hospital Provincial Arnaldo Milián Castro.

Después de su operación escribió al Consejo de Estado y a nombre de José Ramón Machado Ventura le enviaron una silla de ruedas eléctrica el 19 de octubre de 2008, que sufrió una rotura del sillón el 15 de febrero de 2009. Idalberto se dirigió al administrador del policlínico Marta Abreu, Arquímedes Carvajal (actualmente separado del cargo), y a René Fleites jefe de servicios, los cuales prometieron darle solución al asunto lo más rápido posible, él entregó su silla de ruedas y aún no se la han devuelto.

De igual forma y debido a sus problemas personales, desde 2010 ha estado solicitando servicio telefónico, la funcionaria Esperanza Peraza de la Oficina de Atención a la Población le respondió que no había capacidad y trasladó el asunto al Ministerio de Informática y Comunicaciones.

El 23 de marzo de este año le dirigió una carta al Consejo de Administración Provincial sobre ambos asuntos y aunque ha pasado más del tiempo establecido para una respuesta, no ha obtenido solución.

Informó desde Santa Clara, Cuba, Idania Yanes Contreras, Red Cubana de Comunicadores Comunitarios.

miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Dónde está mi dinero?



Barcelona/ Mambí en A/ El ciudadano que plantea este caso llegó a ser auxiliar de la policía, pero ante la indiferencia de las autoridades a todos los niveles, recurrió a la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios buscando ayuda, declarando:

“Yo: Juan Bautista Olivera Morales, ciudadano cubano, natural de Manzanillo, Granma, con carné de identidad No. 48052406523 y domicilio en el Palmar, Blanquizar, me dirijo a la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios para formular la presente queja, motivada por mi inconformidad respecto al tratamiento que me han dispensado por la vía judicial, donde se han agotado todos los recursos, más permanece vulnerado el derecho a pago con carácter retroactivo”.

“El 28 de agosto de 1999 las autoridades administrativas de la Unidad Básica del Molino Arrocero Julio Senón, donde me desempeñaba en el cargo de Molinero B, me involucraron en un hecho constitutivo de delito, consistente en la sustracción de 4 sacos de arroz en polvo, lo que provocó la medida disciplinaria de separación definitiva de la entidad”.

“Establecí las correspondientes impugnaciones sin éxito alguno. Incluso el Tribunal Supremo dictó la sentencia desfavorable No. 188, con fecha 11 de noviembre de 1999”.

“El 16 de enero de 2001 dirigí una carta a Raúl Castro Ruz, que tras promover una investigación minuciosa, se determinó por el Presidente del Órgano de Gobierno Municipal mi inocencia y mi reincorporación al puesto de trabajo, donde recibí el beneficio de la jubilación por edad, más quedó pendiente la indemnización por daños y perjuicios, que hasta la fecha nadie ha asumido a pesar de las reiteradas quejas y reclamaciones a los organismos de la Administración Central del Estado y al propio sistema judicial, yo me pregunto: ¿Quién se robó mi dinero?”

Informó desde Manzanillo, Cuba, el Dr. Santiago Emilio Márquez Frías, Red Cubana de Comunicadores Comunitarios.

Así no actúa un padre



Por: Arnaldo Ramos Lauzurique.

Eliyanes Sánchez Rojas ha tenido que recurrir a las autoridades policiales durante casi 3 años, desde el 23 de diciembre de 2010 hasta el 28 de julio de 2012, en más de 6 oportunidades para denunciar los actos de violencia de su padre, Juan Carlos Sánchez Pérez, contra ella y su vivienda, sin que hayan detenido estas acciones.

Su madre, Teresa Ivonne Rojas Acosta, fue a vivir desde los 12 años junto con su hermana, al usufructo gratuito de su abuelo en la calle Figueroa No. 112 interior entre Luis Estévez y Estrada Palma, en Santos Suárez, municipio 10 de Octubre, La Habana.

Desde 1988, Teresa Ivonne estuvo casada con Juan Carlos Sánchez Pérez y tuvieron dos hijas: Eliyanes y Holiday. En 1994 se separaron y legalmente se divorciaron en el año 2000.

En 1988 Teresa Ivonne coordinó con los vecinos del lugar para con sus propios medios fabricar un cuarto, razón por la cual pudo comprar algunos materiales y otros le fueron facilitados por su centro de trabajo, con lo que construyó una vivienda de 47,03 metros cuadrados, con sala, comedor, cocina, dos dormitorios y un baño.

Estas acciones constructivas sufragadas mayormente por Teresa Ivonne, culminaron en 2004 y aunque trató de legalizarlas en varias oportunidades, no fue posible, debido a que las instalaciones de agua potable no estaban realizadas correctamente.

Luego del divorcio, Juan Carlos ayudó a su otra hija, Holiday, a que construyera otra pequeña vivienda al lado del apartamento edificado por su madre.

En mayo de 2010, después de salir de prisión por una pena que no culminó por enfermedad, aunque tiene que presentarse mensualmente a las autoridades, Juan Carlos aprovechando que Eliyanes no se encontraba, rompió la pared que separaba ambos locales y le retiró el servicio del gas y electricidad, además de cerrarle la entrada, alegando que él es el único propietario de todo lo construido y que Teresa Ivonne, ni Eliyanes gozan de derecho alguno.



Tanto la madre como la hija, se han dirigido a las instancias correspondientes sin resultado alguno. Juan Carlos se ha apoderado de la vivienda y no le permite el acceso a Eliyanes, que tiene dos hijos pequeños, y para colmo las autoridades policiales no han actuado para impedir sus desmanes, que han llegado hasta las agresiones físicas, en lo cual también ha participado el marido de su hermana, Delvis Pineda Ramos.

La Red Cubana de Comunicadores Comunitarios, después del último ataque, se entrevistó con el Segundo Jefe de la Unidad de Policía de Aguilera, y éste alegó que no podían actuar porque era un problema familiar y de Vivienda (refiriéndose al organismo), pero que no obstante iban a hacer trabajo profiláctico, el que consistió en llamar a la presencia de un instructor policial al padre y a la hija y amenazarlos con una multa.

Las dos, madre e hija, se encuentran actualmente desamparadas, sin poder acceder a su casa, ni a las pertenecías que tienen en ella, de las cuales no saben el destino que han tomado; y la única respuesta de la policía es la posibilidad de multar al infractor.

Una persona que está en libertad supervisada actúa impunemente, maltratando y golpeando, para colmo a su propia hija y vulnerando sus derechos, sin que las autoridades le pongan coto.

Este es uno de los tantos conflictos en la sociedad civil, producido por la falta de viviendas, las leyes arbitrarias, las decisiones tomadas a cualquier nivel y la corrupción. Pero, desgraciadamente el final puede ser que ella obtenga una vivienda de madera en el cementerio y él vuelva entonces a residir en cualquier prisión.

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