sábado, 18 de septiembre de 2010

Salud & Estética


Por Aimée Cabrera.

Foto: Hospital "América Arias", Materno Infantil Cuba, Vedado. Calle Línea y G.


El sindicato de la salud pública realiza conferencias provinciales previas a su X Congreso. En las mismas se debate cómo deben proyectarse sus trabajadores, más la ética que los caracterizó desaparece de sus instituciones y colectivos laborales.

Los llamamientos a trabajar de manera consciente lucen ridículos y fuera de lugar. En la actualidad, tener que asistir a una consulta o permanecer ingresado en un hospital se convierte en verdaderos problemas a afrontar solo cuando no queda otra alternativa.

En estos momentos existen policlínicos donde no se puede medir la presión arterial a quien lo necesite, e ir al consultorio con este fin es otro dilema ya que el médico de la familia apenas puede atender a parte de los pacientes que le corresponden, por eso intentarlo resulta casi siempre tiempo perdido.

Por lo general hay que llegar al médico antes del mediodía, en la tarde es poco probable encontrar a alguien que atienda, y quien trabaje o tenga necesidad de verse con un galeno en la noche debe pensarlo bien, y prepararse psicológicamente para soportar todo tipo de tratos inadecuados.

Las quejas de los afectados en las secciones de diferentes periódicos nacionales son superiores a los halagos por el buen trato recibido, cuando a decir verdad, las personas debieran admitir que lo normal es el trato profesional y considerado tanto al enfermo como a sus familiares.

Gran parte de los trabajadores del sector de la salud han cambiado su humanismo por el soborno. Casi todos los servicios en la salud pública tienen su tarifa por detrás del tapete. Esta es una de las razones por lo cual es inusual encontrarse con quienes aún se desempeñan bajo una integralidad ciento por ciento.

Un tratamiento acertado en el hospital de Cardiología y Cirugía Cardiovascular aparece cuando se ofrece al instante la cifra señalada, lo mismo ocurre con el reactivo para un examen de laboratorio, o una cama en una sala de cualquier centro hospitalario, aunque la lista de tratamientos con valor en la moneda convertible sería demasiado larga para ser redactada.

Es incomprensible ver como miles de trabajadores que se han acostumbrado a hacer todo lo inadmisible en el sector de la salud aprueban al unísono todos los planteamientos realizados a partir de tan mal trabajo por dirigentes del gobierno y del ministerio que preside esta actividad.

El mal aprovechamiento de la jornada laboral en los centros de la salud incide en la economía, pero el enfatizar que este descalabro tiene que ver con la ideología deja mucho que decir.

No se pueden hacer más comparaciones con los resultados positivos en renglones específicos tan similares a los de los países del Primer Mundo, porque son demasiados los que no están a favor de la opinión general del pueblo, quien con razón exige un mejor servicio.

Ahora queda razonar si todas las deficiencias detectadas ayudarán a hacer más crítico el proceso de reorientación laboral que se avecina para sus trabajadores, con el cual se persigue justificar el modelo económico existente tan anticuado, por lo absurdo e inapropiado.

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