Por Roque Castel.
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La imagen desgastada del Che se erige en una pared. Foto: Roberto Guerra.
Desde la esquina, bajo la amazónica leyenda
esa la del farol la mirada te recorrió en un segundo.
No tuve tiempo de medirlo pero fue un maldito segundo.
Un segundo largo, muy largo.
Te quedaste varado y descubierto, frente a mí
sin cumbres, sin cicatrices, en los bullicios de las amnistías.
Entre tus delirios y mis extremos, sin términos medios
y te dije ven.
Me rendí ante tus armas, como el corcel ante el camino
para la aventura desconectamos los protocolos.
Los rumbos fijos, las expiaciones y la ortodoxia
y te descubro renaciendo en los auxilios
sin retrocesos en los interiores.
Como un Júpiter esculpido en la ansiedad
como un quijote en los molinos y las migajas de pan.
Me adueñé de mis autógrafos y de empolvadas fotografías
como un mensajero de la buena suerte
como un rompecabezas sin piezas
como un índice al final de todo
como un mármol joven cortado
por las tijeras de principiantes astronautas
entre rupturas y semejanzas.
como una ola sorprendida en el amanecer
como un reloj despedazando el tiempo
como un seudónimo exiliado de las costumbres
como un abrazo desterrado de las añoranzas.
Comprendí tu partida justo en un segundo, en un maldito segundo
y fue entonces que desorientado, hambriento de brújulas y guías, te olvidamos.
LAS COSAS DE MIS DÍAS
Por Roque Castel.
No eres, sin categoría
sin carnet
sin relación,
pozo oscuro prevalecerá, dónde estás
sin estrellas
sin jerarquía
sin antigüedad
acuérdate que es enero o abril
de lo contrario
las cosas de mis días no cambiarán.
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