viernes, 9 de julio de 2010
Lecturas mojadas
Por Aimée Cabrera.
La Noche de los Libros es una actividad que comienza a primeras horas de la tarde, siempre en los primeros días de julio, como homenaje al nacimiento del Poeta Nacional, Nicolás Guillén, y se desarrolla desde la céntrica esquina de 23 y 12 hasta La Rampa, que es el tramo de 23 más cercano al Malecón Habanero.
Este año estuvo deslucida porque las condiciones meteorológicas provocaron fuertes lluvias desde el mediodía del viernes 2 de julio hasta la noche. No obstante a este percance, algunas áreas con ventas de libros pudieron alcanzar su objetivo, porque estaban bajo techo.
En este caso estaban los stands de “La Pelota”, “Fresa y Chocolate”, y La librería del Parque del Quijote, entre otros; mientras que actividades al aire libre eran suspendidas o cambiadas de horario, como sucedió en diferentes parques de esta zona del Vedado.
Se veía público mirando los libros, comprando o tratando de entrar en el Pabellón Cuba donde además, se venden ropas, calzados, y artículos para el hogar del Fondo de Bienes Culturales (FBC), durante todo el período vacacional de verano, en la expoventa conocida como “Arte en La Rampa”, (AR) que inserta además otras actividades de tipo culturales que gustan mucho a los visitantes.
Como cada verano, estas ofertas no están al alcance de todos los que quisieran adquirir libros, ropas o accesorios que quizás ansíen o necesiten. Nada más que ver los precios de los libros, los que en su mayoría sobrepasan los diez pesos, y darse cuenta que esa situación los convierte de hecho, en piezas museables, por lo que hojear, mirar con disimulo el precio, y cerrar y dejar el libro, se convierte en un hábito.
En AR, asisten madres con sus hijos para comprar útiles escolares, mochilas, y ropas o zapatos sobre todo en los casos de quienes están de cumpleaños, o los que obtuvieron buenas calificaciones en los exámenes finales.
Un niño y una niña departen con su abuela quien puntualiza cómo gastar el dinero asignado a cada uno. Ellos la escuchan con respeto, guardan silencio, cogidos de la mano y se sienten esperanzados en llegar a casa con sus compras de verano.
Por otro punto del Pabellón se ve a una madre joven que escoge lo que ella cree necesario para su hija y rechaza toda sugerencia de su pequeña que se siente avergonzada y está a punto de llorar; mientras que unas adolescentes cuentan el dinero, a ver si les alcanza para comprar unas bisuterías, y ríen cómplices.
Un gran esfuerzo tienen que hacer padres y madres para poder complacer a sus hijos que más que exigir desean poderse dar un gusto, al menos una vez en el año, y a pesar de la poca madurez, estos niños y jóvenes reconocen las dificultades y las barreras que ha puesto el gobierno con su doble moneda.
Casi todos han oído a sus progenitores que no saben cómo llevarán a término estas vacaciones de casi tres meses en la casa. Comidas y meriendas se unirán al alto consumo de electricidad, y a los paseos, los más baratos, que se encarecen por la crisis que absorbe al ciudadano medio cubano.
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