Por Aimée Cabrera.
El cubano disfruta sobremanera el paseo a la playa. Desde hace más de una década, éste se ha convertido en un zafarrancho de combate, si no se cuenta con transporte propio, o con dinero suficiente para alquilar un vehículo.
La zona del Este de la capital posee una amplia franja costera dividida por varios nombres, aunque es toda una misma área. Desde que el gobierno decidió ubicar hoteles de turismo en esa zona, antes de que se despenalizara el dólar, la transportación urbana fue desviada.
Habría que esperar a que a algún dirigente se le ocurriera recuperar las rutas de ómnibus urbanos que en manera de refuerzo llegaban hasta el tramo conocido por Santa María, el cual nunca ha dejado de tener gran aceptación por parte de los amantes de la playa.
El oeste capitalino no es tan grato en cuanto a sus playas, pero se encuentra más cercano al centro de la ciudad. En él se ubicaron clubes en la etapa republicana, los cuales a partir de los primeros años de la década del 60 se convirtieron en los Círculos Sociales Obreros, destruidos y vueltos a remozar, algunos con severo control para la entrada de los veraneantes, que deben tener carné que los identifique como miembros del ministerio y sindicatos que atienden estas entidades.
Mucho mejor sería que todas las personas pudieran pagar una suma de dinero que incluyera la entrada y derechos a usar las taquillas y centros gastronómicos ubicados en estos antiguos clubes. Así, quienes no pertenecen a un sindicato dado, pueden pasarla bien ajustándose a una medida práctica, como ocurre en los hoteles que cobran la entrada a sus piscinas. En ese caso, los que tienen la moneda convertible prefieren esta modalidad para así permanecer en la ciudad y ser bien atendidos.
No obstante, los trabajadores de estos centros recreativos han optado por brindar un servicio aceptable tanto a los asociados, como a quienes llegan interesados en pasarla bien, ya que muchas personas perdieron la costumbre de asistir a estos centros por el estado deplorable en que se encontraban, o por haber estado cerrados por mucho tiempo.
Por eso sus trabajadores se quejan de que no hay estabilidad en el debido aseguramiento de alimentos, por parte de la Empresa de Suministro de Alimentos del Poder Popular, dándose el caso de que no puedan garantizar comidas y bebidas durante sus horarios de apertura o que, para lograrlo tengan que utilizar vías que no suelen ser consideradas como legales, cuestión absurda para centros que su razón de ser es brindar servicios a la población.
Otra situación inaceptable es la relacionada con los sueldos que devengan estos trabajadores que apenas sobrepasa los 300 pesos en moneda nacional – unos 15 en la moneda convertible CUC, equiparada al dólar estadounidense, lo cual da lugar a que los trabajadores lleven productos comprados por ellos mismos para tener mejores dividendos.
La Central de Trabajadores de Cuba, CTC, exige a los trabajadores mucho más de lo que da a estos en salarios y estimulaciones. Las inspecciones, auditorias y otras medidas, son de un carácter represivo más que controlador, controles e inspecciones que nunca llegan a las altas esferas ministeriales, donde de llegar, no tiene la misma repercusión arrasadora.
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