Así como no se puede esconder una luz en lo alto de una montaña, le fue imposible al régimen Castrista ocultar la trágica noticia que enlutó a toda la disidencia cubana, la del asesinato del opositor Orlando Zapata, ahora que se les está perforando el cerco del silencio, ya sea por causa de Direct TV o por las ondas de radio y con el cinismo que los caracteriza, se empeñan en ensuciar la imagen de un hombre que por sus ideas pudo ofrendar el valor más preciado del ser humano, su propia vida. Esta indigna encomienda recayó en la persona de Enrique Ubieta.
Este “periodista” utilizando a los libelos del castrismo, el 24 de febrero y luego el 27 del mismo mes, trata de menguar la crueldad del régimen comunista refiriendo delitos a la persona de Zapata, que en caso de ser alguno real, sería Cuba esa aldea donde usted puede “violar un domicilio”, “ocasionar lesiones menos graves a otro ciudadano”, “estafar”, “lesionar y portar armas blancas”, “causar heridas y fractura de cráneo con un machete” y solo cumplir 3 años de cárcel, mientras por reclamar sus derechos de libertad de expresión o de querer vivir en democracia le apliquen 32 años de prisión, ningún ser racional creerá semejante disparate, si lo creyera, sería aun más urgente el cambio en esta Isla.
El solo hecho de presentar a Orlando Zapata como una persona manipulada por los líderes de la oposición para que continuara la huelga de hambre o decir que sus intenciones eran las de un suicida, avivan aún más las llamas del dolor y la impotencia. Orlando cumplió la mayor parte de su condena en celdas de castigos, aislado de los demás presos para ocultar las golpizas propinadas por los carceleros, separado a cientos de kilómetros de sus familiares y teniendo solo como compañía su dignidad, únicamente pudo ser estimulado por esos mismos valores que lo llevaron a la cárcel: la esperanza de ver libre a su patria, esperanza que sus verdugos ni quitándole la vida pudieron apagar, son precisamente las ansias de libertad y de autodeterminación lo que mueve a cada disidente en esta isla, acostumbrada a obedecer los designios del dictador.
Alardea una y otra vez Ubieta de la medicina cubana y del trato ofrecido a Zapata, pero lo real es que esos “profesionales” que tanto él enarbola, lo dejaron morir, no se conoce el caso de ninguno que protestara por semejante abuso. Tampoco hubo compasión ante los justos reclamos del reo, los de ser tratado como un ser humano, pretende imponer a este patriota el verdadero móvil por los cuales trabajan fuera de Cuba esos médicos, televisión, cocina y teléfonos, seguramente callan para ganarse el viajecito, sus manos también están manchadas de sangre inocente.
A esos que Enrique Ubieta acusa de “hipócritas dolientes”, por decenas fueron golpeados y apresados por la policía política para impedirles asistir al funeral del hermano muerto, esos mismos, mañana nombrarán a sus Bibliotecas Independientes y movimientos pacifistas “Orlando Zapata Tamayo”. Cada 23 de febrero al tratar de rendir homenaje ante su tumba, serán golpeados y encarcelados por los fascistas de la Seguridad del Estado, y por si fuera poco, cargarán día a día con el temor de correr con la misma suerte del que yace bajo tierra.
Las causas justas nunca carecen de mártires, pero solo los que se deleitan en la sangre los necesitan. La disidencia cubana se complace en los héroes, los mártires siempre los produce el enemigo quitándoles la vida, a los héroes los produce el valor, era preferible Orlando Zapata vivo que mil como él muertos, es un mártir porque el castrismo le asesinó vilmente, pero antes de su muerte ya era un héroe, como cada opositor en la protesta, como cada disidente al decir, yo no coopero, héroes y heroínas son aquellos que ante tanta cobardía reclaman sus derechos y son embajadores de la libertad y la democracia.
La muerte de Orlando pudo evitarse, como la de miles de cubanos tratando de emigrar, o como las de aquellos adolescentes que perdieron sus vidas en guerras inútiles, no se puede esperar que a los verdugos les pese en su conciencia, para ellos solo es uno más entre tantos fusilados, desterrados, encarcelados y oprimidos; Zapata es uno de esos hombres que aún después de muertos, vuelven a la vida, viven en los corazones de los que siguen su ejemplo, en las ideas que defienden, queremos que descanse en paz pero no será así, donde quiera que esté, seguirá luchando por la libertad de Cuba, solo esperemos que los cubanos sean dignos de tan honroso sacrificio.
Eriberto Liranza Romero
Comunicador Comunitario de la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios
Ciudad de La Habana, 8 de marzo de 2010
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